El Papa Francisco sorprendió a un grupo de sacerdotes romanos
al confesar que siempre lleva en su pecho una cruz robada por él mismo hace muchos años a
un cura fallecido.
En una audiencia celebrada en El Vaticano, en la que le hablaba sobre misericordia al clero de Roma, Jorge Mario Bergoglio contó la anécdota de su último adiós al padre José Aristi, confesor de fieles y de muchos sacerdotes, incluyendo al Papa Juan Pablo II.
Francisco, que entonces era vicario general en Argentina, relató que cuando preparaba con flores el ataúd del recién fallecido Aristi, vio el rosario que el misericordioso sacerdote tenía en las manos, entonces le vino a la mente el ladrón que "todos llevamos dentro" y arrancó con fuerza la cruz. “En ese momento lo miré y le dije: dame la mitad de tu misericordia. Sentí una cosa fuerte adentro que me dio la valentía de hacer este gesto y pronunciar esta oración, después puse la cruz acá en el bolsillo de la camisa”, recordó el Pontífice.
Precisó que como “las camisas del Papa no tienen bolsillos”, él siempre trae una pequeña bolsa de tela a la altura del pecho donde, hasta el día de hoy, conserva esa cruz.
Francisco explicó que cuando le viene un mal pensamiento contra alguna persona, dirige su mano al pecho, “siente la gracia” y eso le hace bien.
“¡Cuánto bien hace el ejemplo de un cura misericordioso, de un cura que se acerca a las heridas! Piensen, seguramente ustedes conocieron muchos, piensen en los curas que están en el cielo y pidan que les den esa misericordia que tuvieron con sus fieles”, subrayó a los sacerdotes.
En una audiencia celebrada en El Vaticano, en la que le hablaba sobre misericordia al clero de Roma, Jorge Mario Bergoglio contó la anécdota de su último adiós al padre José Aristi, confesor de fieles y de muchos sacerdotes, incluyendo al Papa Juan Pablo II.
Francisco, que entonces era vicario general en Argentina, relató que cuando preparaba con flores el ataúd del recién fallecido Aristi, vio el rosario que el misericordioso sacerdote tenía en las manos, entonces le vino a la mente el ladrón que "todos llevamos dentro" y arrancó con fuerza la cruz. “En ese momento lo miré y le dije: dame la mitad de tu misericordia. Sentí una cosa fuerte adentro que me dio la valentía de hacer este gesto y pronunciar esta oración, después puse la cruz acá en el bolsillo de la camisa”, recordó el Pontífice.
Precisó que como “las camisas del Papa no tienen bolsillos”, él siempre trae una pequeña bolsa de tela a la altura del pecho donde, hasta el día de hoy, conserva esa cruz.
Francisco explicó que cuando le viene un mal pensamiento contra alguna persona, dirige su mano al pecho, “siente la gracia” y eso le hace bien.
“¡Cuánto bien hace el ejemplo de un cura misericordioso, de un cura que se acerca a las heridas! Piensen, seguramente ustedes conocieron muchos, piensen en los curas que están en el cielo y pidan que les den esa misericordia que tuvieron con sus fieles”, subrayó a los sacerdotes.
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