Jean
Henri Dunant (Ginebra, 8 de mayo de 1828 - Heiden, Suiza, 30 de octubre de 1910) fue un hombre de
negocios suizo, filántropo y
activista de la causa humanitaria, y primer Premio Nobel de la Paz junto
con Frédéric Passy, en 1901.
Dunant
observó las secuelas de la batalla de Solferino en Italia, y la
impresión le llevó a escribir sus recuerdos y experiencias en el libro Un recuerdo de Solferino,
en el que reclamó la creación de un cuerpo de voluntarios para socorrer a los
heridos de guerra. Esta petición sirvió más tarde para la fundación de la Cruz Roja
Internacional. En 1864 se redactó la Convención de Ginebra con base en
algunos de los postulados humanitaristas de Dunant.
Primeros años y educación
Dunant
nació en Ginebra, primogénito del hombre de negocios Jean-Jacques Dunant y su
esposa Antoinette Dunant-Colladon. Su familia era muy devota del calvinismo y
tenía gran influencia en la sociedad ginebrina. Sus padres enfatizaban el valor
del trabajo social, según el ejemplo de su padre que era muy activo ayudando a
huérfanos y presos liberados, mientras que su madre trabajaba con los enfermos
y los pobres. Muy influyente en la formación del joven Dunant resultó una
visita a Toulon donde
vio el sufrimiento de los presos.
Dunant
creció en el período del despertar religioso conocido como el Réveil,
y a los dieciocho años se unió a la Sociedad Ginebrina de las Almas. Al año
siguiente, junto a unos amigos, fundó la llamada «Asociación del Jueves», un
grupo de jóvenes que se reunían para estudiar la Biblia y
ayudar a los pobres, y pasó mucho de su tiempo libre ocupado en visitas a la
prisión y trabajo social. El 30 de
noviembre de 1852 fundó el capítulo ginebrino de lo que sería el
núcleo fundacional de lo que luego sería la «Asociación Cristiana de Hombres
Jóvenes» (YMCA)
y tres años más tarde intervino en la reunión de París dedicada a la fundación
de su organización internacional, cuyos estatutos redactó.
A los
veintiún años se le obligó a dejar el Collège
Calvin por sus malas notas, y empezó como aprendiz en la firma
de cambio de moneda Lullin und Sautter. Después de que concluyera
favorablemente su periodo de aprendizaje, permaneció como empleado del banco.
En 1853,
Dunant visitó Argelia, Túnez y Sicilia,
por encargo de una compañía dedicada a las Colonias de Setif» (Compagnie
genevoise des Colonies de Sétif). A pesar de su escasa experiencia, cumplió
con éxito su misión. Inspirado por el viaje, escribió su primer libro con el título Relato de la Regencia en Túnez (Notice sur la
Régence de Tunis), publicado en 1858.
En 1856, creó un negocio para
actuar en las colonias extranjeras, y después, habiendo recibido una concesión
de tierras en la Argelia ocupada por los franceses, una compañía de cultivo y
comercio del maíz llamada «Compañía financiera e industrial de los Molinos de
Mons-Djémila» (Société financière et industrielle des Moulins des
Mons-Djémila). Sin embargo, la tierra y los derechos sobre el agua no se
asignaron claramente, y las autoridades coloniales no cooperaron mucho. Como
resultado, Dunant decidió apelar directamente al emperador francés Napoleón III,
que estaba con su ejército en Lombardía en
aquella época. Francia estaba luchando junto al Piamonte-Cerdeña contra Austria,
que ocupaba gran parte de Italia. Los cuarteles de Napoleón estaban ubicados en la
pequeña ciudad de Solferino. Dunant había escrito un libro en
alabanza a Napoleón III con la intención de presentárselo al emperador, y
entonces viajó a Solferino para encontrarse con él en persona.
Batalla de Solferino
Dunant
llegó a Solferino en la tarde del 24 de junio de 1859, el mismo día en que
tuvo lugar una batalla entre los ejércitos austriaco y franco-piamontés que combatían en la guerra italiana. 38.000 heridos,
agonizantes o muertos permanecían en el campo de
batalla, y había pocos intentos para ayudarlos. Impresionado, el
propio Dunant tomó la iniciativa de organizar a la población civil,
especialmente las mujeres y las chicas jóvenes, para proporcionar asistencia a
los soldados heridos, mutilados y enfermos. Carecían de suficientes materiales
y el propio Dunant organizó la compra de lo que se necesitaba y ayudó a
levantar hospitales de campaña. Convenció a la población para que atendiese a
los heridos sin fijarse en qué bando del conflicto estaban con el lema Tutti
fratelli (Todos somos hermanos) acuñado por las mujeres de la cercana
ciudad de Castiglione del Stiviere (Provincia de Mantua). Tuvo éxito igualmente
para conseguir la liberación de médicos austríacos capturados por los
franceses. Cabe resaltar que Dunant fue el inventor del actual botiquín de
primeros auxilios.
La Cruz Roja
Al
regresar a Ginebra a principios de julio, Dunant decidió escribir un libro
sobre sus experiencias, que tituló Un Souvenir de Solferino. Se
publicó en 1862 en
una edición de 1 600 copias y se imprimió a costa del propio Dunant. En el
libro, describió la batalla, sus costes, y las caóticas circunstancias que la
siguieron. También desarrolló la idea de que debería existir en el futuro una
organización neutral para proporcionar cuidados a los soldados heridos.
Distribuyó el libro a muchos líderes políticos y figuras militares en Europa.
Grabado
que muestra a los cinco fundadores del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Dunant
comenzó a viajar por toda Europa promocionando sus ideas. Su libro fue recibido
positivamente, y el Presidente de la Sociedad Ginebrina para el Bienestar
Público, el jurista Gustave Moynier, hizo del libro y sus
sugerencias el tema de la reunión de 9 de febrero de 1863. Las recomendaciones
de Dunant se examinaron y se valoraron positivamente por los miembros. Ellos
crearon un comité de cinco personas para investigar más la posibilidad de
llevarlo a cabo e hicieron de Dunant uno de sus miembros. Los otros fueron
Moynier, el general del ejército suizoHenri Dufour,
y los médicos Louis Appia y Théodore Maunoir. Su primera reunión, el 17 de febrero de 1863 se considera hoy
en día la fecha de fundación del Comité Internacional de la Cruz Roja.
Desde el
principio, Moynier y Dunant tuvieron discrepancias y desacuerdos en relación
con sus respectivas visiones y planes. Moynier consideraba la idea de Dunant de
establecer protecciones neutrales para los cuidadores imposible de realizar y
advertía a Dunant en que no insistiera en este concepto. Sin embargo, Dunant
continuó defendiendo su posición en sus viajes y conversaciones con políticos
de alto rango y militares. Esto intensificó el conflicto personal entre
Moynier, que abordó el proyecto de manera bastante pragmática, y Dunant, que
era el idealista visionario entre los cinco, y llevaron a que Moynier atacara a
Dunant por el liderazgo del comité.
En
octubre de 1863, catorce estados participaron en una reunión en Ginebra
organizada por el comité para discutir la mejora del cuidado a los soldados
heridos. El propio Dunant, sin embargo, fue sólo un líder por protocolo, debido
a los esfuerzos de Moynier por disminuir su participación. Un año más tarde,
una conferencia diplomática organizada por el Parlamento suizo llevó a la firma
de la primera Convención de Ginebra por doce
estados. Dunant, de nuevo, se ocupó sólo de organizar el alojamiento de los
asistentes.
Período de olvido
Escribe
artículos y pronuncia discursos sobre la lucha por la liberación de los
esclavos en Norteamérica. En colaboración con el italiano Max Gracia tiene la idea de la
fundación de una biblioteca mundial, idea que será retomada alrededor de un
siglo después por la Unesco. Entre otras de sus ideas visionarias está la creación
de un Estado de Israel. No se ocupa más que de sus ideas y no de sus asuntos
personales, con lo cual se endeuda y su entorno empieza a evitarle. Incluso
el Movimiento
Internacional de la Cruz Roja y de la Media Luna Roja, que se
extiende cada vez más con la fundación de sociedades nacionales en numerosos
países, prácticamente le olvida, aunque las sociedades de Austria, Holanda, Suecia, Prusia y
de España le
nombran miembro honorario. La guerra franco-alemana y la vida política francesa
después de la fundación de la Tercera República son otros hechos con gran
impacto en la vida de Durant. Se retira todavía más de la vida pública y
desarrolla una timidez pronunciada que marcará su comportamiento hasta el fin
de sus días.
Entre 1874 y 1886, continua su vida
solitaria, en la miseria material, viviendo en Stuttgart, Roma, Corfú, Basilea y Karlsruhe.
Se conocen pocos detalles de su vida durante este periodo. La ayuda financiera
de varios amigos y también actividades ocasionales, le permiten conseguir
ganancias modestas, que le permiten sobrevivir. Entre los que le sostuvieron
están el banquero americano Charles Bowles, uno de los
delegados de la conferencia diplomática de 1864, el hombre de
negocios alsaciano Jean-Jacques Bourcart, y
Max Gracia, que le ayudó en la correspondencia con sus deudores. Léonie
Kastner-Boursault, viuda del compositor Jean-Georges Kastner ayuda
también a Dunant en varias ocasiones en situaciones difíciles. Por ejemplo le
encarga la comercialización del pirófono, un instrumento de música
inventado par su hijo Frédéric Kastner. Aunque
Dunant no consigue gran éxito, esta actividad, así como un largo viaje a Italia
con Kastner-Boursault desde 1875 hasta principios de los años 1880, le permiten no
vivir en la indigencia. En Stuttgart en 1877, conoce al estudiante Rudolf Müller, con el que
traba amistad.
Retiro en Heiden
En
septiembre de 1895, Georg Baumberger, el editor jefe del periódico de St. Gallen Die Ostschweiz,
escribió un artículo sobre el fundador de la Cruz Roja, a quien había conocido
y con quien había conversado durante un paseo por Heiden un mes antes. El
artículo, titulado Henri Dunant, el fundador de la Cruz Roja,
apareció en la revista ilustrada alemana Über Land und Meer, y
pronto fue reproducido en otras publicaciones por toda Europa. El artículo
llamó la atención, y recibió atención renovada y apoyo. Recibió el Premio suizo
Binet-Fendt y una nota del papa León XIII.
El apoyo de la zarina rusa María Fiódorovna Románova y otras
donaciones mejoraron notablemente su situación financiera.
En 1897,
Rudolf Müller, que entonces trabajaba como maestro en Stuttgart, escribió un
libro sobre los orígenes de la Cruz Roja, alterando la historia oficial para
enfatizar el papel de Dunant. El libro contenía también el texto de Un
souvenir de Solferino. Dunant comenzó un intercambio de correspondencia
con Bertha von Suttner y escribió numerosos
artículos. También fue particularmente activo al escribir sobre los derechos de
las mujeres y, en 1897 facilitó
la fundación de la organización femenina «Cruz Verde».
Premio Nobel de la Paz
En 1901,
Dunant recibió el primer Premio Nobel de la Paz por su papel
al fundar el Movimiento Internacional de la Cruz Roja e iniciar la Convención
de Ginebra. El médico militar noruego Hans Daae, que había recibido una copia
del libro de Rudolf Müller, abogó por el caso Dunant ante el comité Nobel.
Recibió el premio conjuntamente con el pacifista francés Frédéric Passy, fundador de la Liga de la Paz y
activo con Dunant en la Alianza por el Orden y la Civilización. Las
felicitaciones oficiales que recibió del Comité Internacional representaron
finalmente la rehabilitación largamente debida a la reputación de Dunant:
«No hay hombre
alguno que merezca más este honor, pues fue usted, hace cuarenta años, quien
puso en marcha la organización internacional para el socorro de los heridos en
el campo de batalla. Sin usted, la Cruz Roja, el supremo logro humanitario del
siglo XIX probablemente nunca se hubiera obtenido».
Moynier y
el Comité Internacional en conjunto habían sido también nominados para el
premio. Aunque Dunant fue apoyado por un amplio espectro en el proceso de
selección, era aún un candidato controvertido. Algunos argumentaron que la Cruz
Roja y la Convención de Ginebra hicieron la guerra más atractiva e imaginable
al eliminar algunos de sus sufrimientos. Por lo tanto, Rudolf Müller, en una
carta al comité, argumentó que el premio debería dividirse entre Dunant y Passy,
que estuvo durante algún tiempo en el debate como candidato a recibir el premio
en solitario. Müller sugirió que si un premio debía dársele a Dunant, debería
dársele inmediatamente debido a su avanzada edad y mala salud.
Al
dividir el premio entre un pacifista estricto como Passy y el humanitario
Dunant, el Comité Nobel sentó un precedente para las condiciones del premio
Nobel de la Paz que tendría significativas consecuencias en años posteriores.
Una sección del testamento de Nobel había indicado que el premio debería ir a
un individuo que hubiese trabajado para reducir o eliminar los ejércitos o
directamente promover conferencias de paz, lo que hizo de Passy una elección
natural por su trabajo. Por otro lado, distinguir el esfuerzo humanitario en
solitario hubiera sido visto por algunos como una interpretación amplia del
testamento de Nobel. Sin embargo, otra parte del testamento
de Nobel marcaba el premio al individuo que mejor realzara la «hermandad de los
pueblos», que podía leerse de manera más general como trabajo humanitario como
el de Dunant, conectado a la pacificación también. Muchos receptores
posteriores del premio Nobel de la Paz pueden entenderse enmarcados en una de estas
dos categorías establecidas en líneas generales por la decisión del Comité
Nobel en 1901.
Hans Daae
consiguió colocar la parte de Dunant del dinero del premio, 104.000 francos
suizos, en un banco noruego evitando así que lo alcanzaran sus acreedores. Dunant
nunca gastó nada de ese dinero durante su vida.
Muerte y memoria
Entre
otros muchos premios en los años siguientes, en 1903 Dunant se le
concedió un doctorado honorario por la Facultad de Medicina de la Universidad de Heidelberg. Vivió en la
residencia de la tercera edad de Heiden hasta su muerte. En sus últimos años de
vida, sufrió depresión y paranoia sobre persecución por sus acreedores y
Moynier. Hubo incluso días en los que Dunant insistía que el cocinero de la
residencia probara primero su comida ante sus ojos para protegerlo de un
posible envenenamiento. Aunque siguió profesando creencias cristianas, en sus
últimos años rechazó y atacó el calvinismo y la religión organizada en general.
De
acuerdo con sus cuidadoras, el acto último de su vida fue enviar una copia del
libro de Müller a la reina de Italia con una dedicatoria personal. Murió
el 30 de octubre de 1910 a las diez de la
noche, a la edad de 82 años, irónicamente sobreviviendo a su némesis Moynier
por dos meses justos. A pesar de las felicitaciones con motivo del premio
Nobel, no se reconciliaron.
De
acuerdo con sus deseos, fue enterrado sin ceremonia en el Cementerio Sihlfeld
en Zúrich.
En su testamento, donó fondos para asegurar una «cama libre» en la residencia
de Heiden siempre disponible para un ciudadano pobre de la región y legó algún
dinero a amigos y organizaciones de caridad en Noruega y Suiza. El resto de los
fondos fueron a sus acreedores, liquidando parte de su deuda. Su incapacidad
para satisfacer todas sus deudas fue algo que le pesó gravemente hasta su
muerte.
El 8 de mayo,
día del aniversario de su nacimiento, se celebra el Día Mundial
de la Cruz Roja y la Media Luna Roja. El edificio de su residencia
en Heiden alberga el «Museo Henri Dunant». En Ginebra y otros lugares hay
numerosas calles, plazas, y escuelas que reciben su nombre. La «Medalla Henri
Dunant», concedida bienalmente por una comisión del Movimiento de la Cruz Roja
y la Media Luna Roja, es la máxima condecoración ofrecida por la Cruz Roja.
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