jueves, 8 de enero de 2015

La Navidad y Ayotzinapa, temas ocultos

 Pecatas Minutas
Gilberto MORENO LARIOS


La Navidad y Ayotzinapa

Diciembre sepultó los ánimos y la efervescencia del caso Ayotzinapa. 
El espíritu navideño, la paz y el amor  que inundan los corazones en estas fechas, sirvieron para amainar la tormenta que amenazaba con hundir el barco del actual gobierno. 
Sin duda, la  época navideña significó  un verdadero alivio para el presidente Peña Nieto y su régimen, que había iniciado navegando en el mar de la tranquilidad y que se vio seriamente amenazado por los acontecimientos de finales de septiembre en Iguala Guerrero.
      Las lecciones históricas nos ponen claros ejemplos de situaciones similares: Igual  como ocurrió con el abominable acontecimiento del 2 de octubre de 1968 en Tlatelolco. 
Y más recientemente el caso de negligencia de la guardería ABC de Hermosillo, en la que murió medio centenar de niños;  igual como el oscuro caso de Aguas Blancas; también los asesinatos de Tlatlaya, y  otros muchísimos casos que han sucedido a lo largo de nuestra historia donde siempre pasa lo mismo.
 Cada  que hay una desgracia cuya responsabilidad recae en las autoridades, de los tres niveles de gobierno, nunca se hace justicia, la tranquilidad regresa lentamente, por sí sola,  gracias a la añeja  fórmula de no tocar el tema, como es el caso actual de Ayotzinapa que poco a poco se  está quedando empolvado en el estante del olvido.
     La matanza del 68 tiene ya casi medio siglo de haberse cometido.
 En aquel entonces, las comunicaciones no estaban tan desarrolladas como en la actualidad; la prensa se vendía al mejor postor, con sus honrosas excepciones; el grueso de la población carecía de conciencia social;  había mucho analfabetismo y por lo tanto, más desinterés de lo que acontecía en el país,  prácticamente se podía tapar el sol con un dedo. Actualmente, con toda la tecnología existente, no nos podemos  tragar el cuento de que nadie conoce el paradero de los 43 jóvenes estudiantes y que sólo hayan encontrado los restos de uno.
     Al no aclararse la situación y con esa actitud sospechosa de las autoridades,  únicamente ganan el repudio generalizado de la población, aunque también hay quienes los defienden pues aseguran que el Gobierno Federal no es culpable de lo acontecido, quizás tengan razón, pero las autoridades de los tres niveles de gobierno están obligadas a esclarecer los hechos y a buscar los culpables directos. 
Sin embargo parece que estuvieran ocultando algo, protegiendo a alguien, enmascarando la situación para que no trascienda, siendo que esto ya es de dominio público mundial.
     Los hechos de Iguala precipitaron una profunda y amplísima crisis de credibilidad en el régimen de Peña Nieto que no será resuelta ni siquiera haciéndose los desentendidos o  pasándole la bolita de la responsabilidad al PRD y al vapuleado López Obrador. 
Y si fuera verdad que el partido del sol azteca y el tabasqueño son culpables, las autoridades están obligadas a llegar hasta las últimas consecuencias y que caiga quien deba de caer, pues  la sociedad quiere resultados.
     Se han detenido decenas de policías involucrados en los hechos, también al alcalde de Iguala y a su esposa, pero se desconoce el avance de las investigaciones. No han informado hasta dónde son culpables todos los detenidos, porque las autoridades siguen guardando un absurdo silencio. 
No sabemos si es por ineptitud, negligencia o contubernio que no han dado con los estudiantes, tal parece que hubieran sido desaparecidos por arte de magia.
      Parece que la calma empieza a reinar nuevamente. 
Las manifestaciones son cada día más esporádicas. 
Han surgido grupos que se manifiestan en contra de los “ayotzinapos” porque casi siempre las protestas terminan en actos vandálicos contra oficinas de gobierno, de partidos políticos o locales comerciales que no tienen nada que ver en el asunto.
      El asunto no se va a terminar aquí, por supuesto, pero de que ha perdido fuerza no hay ninguna duda. 
El carpetazo no se dará de un día para otro. 
La agitación se ira enfriando muy lentamente, hasta quedar solamente como un mal recuerdo. 
Porque igual como el 2 de octubre, Ayotzinapa no se olvidará nunca, pero tampoco se hará justicia.


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