Salvar a niño fue un regalo* El policía Édgar I. Cortés narra a Excélsior cómo ubicó al menor que estaba amarrado entre las llamas* “En esa reflexión interna, ya acostado, me puse a pensar que este pequeño no tiene la culpa de las decisiones que toman sus padres.”
CIUDAD DE MÉXICO. Édgar Ismael Cortés Tapia, policía de la Unidad de Protección Ciudadana Pantitlán, dice que en su vida hay tres bendiciones; sus hijos, dos niñas una de nueve años, otra de seis y un pequeño de dos, pero en esta Navidad ha llegado una cuarta, que se llama Arnulfo, el pequeño de ocho años con síndromes de Down y Kempe, a quien rescató durante el incendio ocurrido el sábado 19 de diciembre en el 107-B de la Calle 3, casi esquina con la avenida México, colonia Agrícola Pantitlán.
Este agente de 28 años, con sólo uno de servicio en la Secretaría de Seguridad Pública del Distrito Federal (SSPDF), dice que existen los regalos de Navidad y el haber podido rescatar a Arnulfo, que aún se encuentra hospitalizado, es prueba de ello.
“Sí, yo creo que Dios, que me ayuda bastante, me mandó la oportunidad para hacer algo... Y un bonito regalo en estas épocas. Yo llego a mi casa y le cuento a mi familia, mi esposa se emocionó, me abrazó, me dio un beso y también abrazo a mi hijo.
“En esa reflexión interna, ya acostado, me puse a pensar que este pequeño no tiene la culpa de las decisiones que toman sus padres; le doy gracias Dios de este evento, mi trabajo, me gusta mucho mi trabajo, y en cada emergencia que nos reportan me gusta asistir y ver si puedo ayudar en lo que se pueda”, dice después del ajetreo de la jornada laboral.
Cortés Tapia relató a Excélsior cómo ocurrieron estos hechos. Ese día, el policía, con placa 939043, recibió vía radio un reporte de emergencia a través del C-2 norte, en el que alertaban de un incendio.
Al llegar al lugar del siniestro, los bomberos ya trabajaban en sofocar el humo negro que invadía la planta baja y primer piso, donde se supo que un cortocircuito había causado las llamas que consumieron una lámina de fibra.
Mientras los vulcanos se concentraban en esa labor, Cortés Tapia dice que siguió un instinto policial que lo llevó hasta el primer piso a ubicar cuatro habitaciones, y en una de ellas estaba Arnulfo.
“En la primera que yo ingresé, las puertas estaban improvisadas con una lámina de tipo fibra de vidrio; al ingresar veo que está este menor paradito, amarrado con retazos de tela en la parte de su dorso que le daba vuelta por el área de las axilas, y el lazo estaba amarrado a la pared, de una parte como si fuera el enchufe de luz; no tenía corriente”, recordó melancólico al verse reflejado como padre.
Arnulfo no dimensionaba en ese momento lo que pasaba, debido a su condición. El policía asegura que el niño dio muestras de alegría al verlo.
Tras rescatarlo se dieron cuenta de las condiciones de abandono en las que vivía el menor; incluso, los vecinos no daban crédito de que hubiera niños en ese inmueble.
Un día después de su hazaña, Édgar Ismael Cortés Tapia acudió a Juchitepec, Estado de México, para cumplir con la peregrinación anual a la Basílica de Guadalupe, que hace con su familia; su madre le mostró el periódico en el que se contaba la historia.
“Mi mamá me abrazó y me felicitó por lo que hice, siempre ha estado orgullosa de mí. Ella me dijo: tú tienes tres niños, tres bendiciones, yo creo que esta es una cuarta más, Dios te mando esta bendición para que sigas haciendo bien tu trabajo”, recuerda este policía de la UPC Pantitlán./ Gerardo Jiménez.-
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