El regreso del Charro Negro
Abelardo Ahumada
Hace un montón de años, durante la supuesta “Época de Oro del Cine Mexicano”, salió El Charro Negro, una película que por haberse vuelto muy popular provocó una secuela (muy chafa por cierto) que continuó con El regreso del Charro Negro, y otras más que no mencionaré, sirviéndome de la segunda para ilustrar otra historia igualmente negra en el PRI local, y que tuvo (y tiene) como protagonista, a uno de los principales promotores y operadores políticos del actual candidato a gobernador de dicho partido.
Y me refiero a Fernando Moreno Peña, ex rector de la Universidad de Colima, ex gobernador de nuestra Entidad y actual cabeza de grupo del famosísimo y conocidísimo “otro PRI”, cuya re-aparición en escena es más que notoria:
Si nuestros amables y pacientes lectores se han dado unos minutos al día para observar cómo van los asuntos políticos en nuestra querida Colima, habrán notado que, desde la triste fecha en que el ex gobernador Mario Anguiano Moreno volvió a radicar en su querida Tinajas, han sido algunos de sus propios compañeros de partido quienes con mayor énfasis, determinación y saña lo han acusado de ser un mandatario inepto, corrupto y francamente inútil.
He tratando de encontrar el por qué de tan ingrata y demoledora crítica, encabezada aparentemente por Nacho Peralta Sánchez, y la única explicación que hallo se remonta a los primeros meses de 1997 cuando, apoyado por “sus palancas en el centro”, Fernando Moreno Peña presionó a “los sectores del PRI”, y logró convertirse en candidato a gobernador por su partido, desplazando a otros connotados militantes que se creían con más méritos y derechos, como el ingeniero Carlos Vázquez Oldenbourg, ex presidente estatal del tricolor, quien humillado por FMP, aceptó ser candidato opositor a la presidencia municipal de Colima, ganándola para el PRD.
Sumamente cuestionado, y con la sombra de un fraude electoral cometido en contra de Enrique Michel Ruiz, candidato del Partido Acción Nacional, FMP asumió, sin embargo, la gubernatura estatal, y ya estando en ella privilegió a unos sectores de aquel viejo partido, y ninguneó y despreció a otros que según él no habían hecho lo suficiente para que ganara con mayor ventaja, imponiéndoles sus caprichos y su autoritario modo de ser, obligándolos a disciplinarse.
Humillación que muchos priístas colimotes no tuvieron más que tragar, porque sabían que de no hacerlo “se quemarían”, y ya no podrían escalar, mientras FMP tuviera todas las riendas del PRI y del Gobierno Estatal, a ningún otro cargo público.
Es algo perfectamente sabido también que, desde que FMP era rector de la U. de C., decidía todos los nombramientos de quienes habrían de ser los directores de las diversas facultades de nuestra máxima casa de estudios, de los catedráticos de las mismas en cada semestre, y que “palomeaba” o tachaba inclusive los nombres de los más humildes conserjes y vigilantes de las escuelas y las áreas verdes de la U. de C.; ejerciendo un dominio total sobre los líderes del SUTUC, la FEC y demás dependencias afines. Llegando al extremo de decidir quiénes podrían ser los alumnos que cupieran en cada grupo cuando había un mayor número de rechazados.
Todo ello con el nada oculto deseo de contar con un ejército de trabajadores, estudiantes y padres de familia agradecidos que pudiesen operar o votar por él cuando fuese nombrado candidato a gobernador.
Al asumir, finalmente, dicho mandato, FMP repitió el esquema de “control total” con la gente que dependía de sus designios, pero no pudo hacer lo mismo con el Congreso, porque por primera vez en la historia de Colima se concretó un empate entre los 10 diputados emanados del PRI, y los 10 provenientes del PAN (7) y del PRD (3).
Quienes armaron un bloque opositor e hicieron causa común para impedir que FMP pudiese ejercer el gobierno totalitario que le gustaba ejercer.
Dolido por tal empate, y deseando evitar que éste se repitiera durante la segunda mitad de su mandato, el ex rector buscó el modo de romper dicho esquema, y valiéndose de sus facultades constitucionales (pero sobre todo de las meta-constitucionales), reordenó el diseño de los distritos electorales de mayoría en nuestra entidad y, después de acomodarlos a modo, en vez de disminuir un diputado para que quedaran 19, o de aumentar uno para que fueran 21, metió cinco de sopetón.
Siendo él, pues, el culpable, de que desde entonces y hasta la fecha sean 25 legisladores locales los que transiten por cada legislatura y la hagan evidentemente muy cara para la ciudadanía que genera y paga los impuestos y las dietas de estos señores (y señoras).
Aparte de lo anterior, durante más de 60 de los 72 meses que duró su mandato, FMP estuvo también buscando al mejor individuo que desde su perspectiva podría ser el indicado para sucederlo, y considerando que el profesor Gustavo Alberto Vázquez Montes (hoy extinto), podría ser el más manejable, primero lo impuso como presidente estatal de su partido, y luego lo impuso a sus bases como candidato a gobernador, generando, por consecuencia, la segunda gran división entre los militantes del PRI en Colima, propiciando la separación de Socorro Díaz Palacios, Jesús Orozco Alfaro y varias decenas más, quienes resentidos por el ninguneo y las humillaciones a que “el líder nato” del tricolor los había sometido en público, se fueron, unos al PAN, otros al PRD y otros más al partido estatal que por entonces estaba formando Carlos Vázquez Oldenbourg.
En esa ocasión, y con enorme descaro, FMP no sólo impuso su voluntad para meter a Gustavo Vázquez como candidato a gobernador para su partido, sino que hizo todo lo posible para que aquél saliera triunfante en las elecciones de julio de 2003 y, habiéndose documentado y probado su participación metiche, el Tribunal Federal Electoral ordenó la realización de las primeras elecciones extraordinarias, en las que por cierto, GVM estuvo a muy poquitos votos de perder frente al contrincante del PAN.
Dos años después, cuando acaeció el lamentable accidente en el que perdieron la vida GVM y otros seis allegados suyos, sucedió algo insólito ante los ojos y el coraje de FMP: los mismísimos diputados priístas llegaron a la conclusión de que el mejor candidato que podrían elegir en ese momento (no sólo para ganar la segunda elección extraordinaria, sino para quitarle el poder que el ex gobernador seguía ejerciendo “detrás del trono”), tendría que ser Silverio Cavazos Ceballos, al que en efecto FMP jamás pudo controlar.
El ex rector, entonces, se volvió articulista de tiempo casi completo, y empezó a ser el crítico más acérrimo del propio Silverio Cavazos. Soltando verdaderos chorros de hiel cuando éste estuvo operando al interior de su partido para impulsar a Mario Anguiano Moreno como candidato a gobernador.
Nunca se había visto, hasta entonces, que un ex gobernador priísta le echara paladas de tierra a otro gobernador en funciones. Y fue entonces cuando se evidenció la existencia del “otro PRI”, que seguía controlando FMP.
Ese otro PRI que hoy quiere, como lo hizo El Charro Negro en la película que les comenté, volver por sus fueros a través de José Ignacio Peralta Sánchez, en caso de que finalmente logren imponerlo como gobernador.
Es todo por hoy.
No hay comentarios:
Publicar un comentario