jueves, 5 de marzo de 2015

LOS VAIVENES DE LA POLÌTICA

Historia de un deportista metido a político.


La historia reciente de México, está plagada de personajes que en pleno retiro y encandilados por sus triunfos en el deporte o el arte, se han dedicado a la política aprovechando lo que les queda de carisma. 
Los hay de todos los colores, siendo los más recurrentes, los boxeadores famosos que terminan noqueados en el ring de la política; también hay corredores, marchistas, futbolistas, toreros y artistas del cine y la televisión.
      Con el derecho constitucional que todos tenemos a votar y ser votados, pero sobre todo, ilusionados porque en la política se gana el dinero de lo más fácil, éstos ilustres personajes se han lanzado en pos del voto ciudadano que afortunadamente, no siempre han alcanzado.
      Hace muchos años, el legendario boxeador Rubén Olivares aceptó la candidatura que le ofreció el Partido Socialista de los Trabajadores a la diputación federal por la Delegación Gustavo A. Madero en la ciudad de México. 
Olivares, aparte de sus triunfos internacionales y de ser toda una figura a nivel mundial, se caracterizaba por ser un alcohólico empedernido. 
Esto no le importaba a la gente, mientras él siguiera poniendo en alto el nombre de México.
 Era el típico ídolo del pueblo que había salido de la más humilde cuna; criado en los arrabales y con una cultura ínfima, le demostraba a todo el mundo que cualquiera puede llegar a tener dinero a manos llenas como él. 
Pero, ya en el retiro, con sus cualidades físicas y mentales mermadas por los excesos y los duros golpes del boxeo, decidió meterse a la actividad mejor remunerada y menos esforzada de nuestro país.
  Parecía que le estaba yendo bien, pues sus mítines de campaña eran de los más concurridos y aunque él no tuviera ni la menor idea de los escritos que leía en público, pues obviamente él no los redactaba, la gente le aplaudía y todos querían estar cerca del ídolo, quien en sus años de gloria se había convertido en el personaje deportista  preferido de pobres y ricos.
      Así, la campaña política  del popular “Púas” como era conocido Rubén, había marchado sin muchos tropiezos ni resbalones, solamente se le salían algunas gracejadas producto de su bajo nivel cultural que de vez en cuando se  le ocurrían, pero lejos de incomodar a la gente o evidenciar la ignorancia del ídolo, eran tomadas como bromas y servían para aumentar su popularidad. 
Como aquella ocasión cuando una reportera le preguntó que qué opinaba de las diputaciones plurinominales; la respuesta de Rubén Olivares fue categórica y directa pues dijo, luciendo en su sonrisa el deslumbrante diente de oro: …“Creo que es una importante fuente de empleo”.
       Vino el cierre de campaña y con él, la debacle.
 Los impulsores de la carrera política de Olivares tuvieron la acertada idea de cerrar campaña en una de las colonias más populares del DF, la Nueva Tenochtitlán.
 Montaron toda un show con artistas y payasos.
 Para ensalzar el estatus de la barriada y darle un predominante toque de arrabal, en lugar de las clásicas tarimas prefabricadas que todos los políticos utilizan, llevaron un camión destartalado sin redilas cuya tarima serviría de escenario para que “el hijo del pueblo” cerrara su campaña proselitista.
       Ante el fragor de las porras, los aplausos y las sonrisas de las edecanes alquiladas, despertó el león dormido después de la durísima abstención impuesta por casi seis meses de campaña. “¡Que traigan pulque y tequila con nieve de limón, las bebidas favoritas del candidato!” gritó él mismo a sus asistentes. 
Y que se arma la borrachera al pie del viejo camión, pues inmediatamente llegaron los  toneles repletos de pulque curado de tuna, y la singular nieve de limón revuelta con tequila. 
Y el candidato comenzó a vaciar todos los vasos que le acercaba la gente del pueblo que quería quedar bien con él.
      Cuando le tocó hablar al susodicho candidato, ya no podía subirse a la tarima, en parte por la repentina ingesta de alcohol y por una pierna enyesada producto del accidente sufrido en aquellas fechas. 
Entre cinco o seis asistentes lo tomaron en vilo y prácticamente lo aventaron sobre la tarima. 
Así llegó casi arrastras a donde estaba el micrófono y con la voz aguardentosa  les dijo Salud y comenzó a leer difícilmente con la lengua echa bolas por el efecto del pulque.
       La prensa fue contundente, se publicaron fotos y un sinfín de comentarios adversos, que dieron al traste con las aspiraciones del popular Rubén Olivares.


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